martes, 31 de mayo de 2011

La fiesta

Hoy cumplo años
y hay un asalto en mi casa
los ojos vendados
y un montón de vocecillas
haciendo sssshhhh shhh shhh.

Cuando me destapo
ni confites
ni confetti
ni invitados

Pego mi armazón
en la pared del cuarto
como prueba
que hubo una fiesta

miércoles, 11 de mayo de 2011

jueves, 5 de mayo de 2011

Tiempo: Casa rodante

Los años pasan dejando rastros en el cieloraso de las casas.
Uno se vuelve araña subiendo por las paredes cuando sale una cana, una joroba, una panza.
Y corre cuesta arriba buscando atrapar los años para ya cautivos, hacer lo que se quiera con ellos: enmarcarlos, añorarlos o desaparecerlos.

La vida el juego de escondite donde perdemos la cuenta: diez, quinientosveintinueve, setentayseis ochocientos cuarentay dos mil ¿Cuántas vueltas llevaba? Los escondidos ya se fueron.

La vida espiral, el pasado es el monstruo y el presente el sueño del precipicio que se abre frente a nosotros, atrás el monstruo.

Quienes fuimos viven muy lejos. Quienes seremos también.

El futuro: seguí adelante, siguiendo a algo/alguien para ser nada y seguir sin nadie. Es la única respuesta.

Somos puñitos de recuerdos que nos ponen colorados, una cuerda floja y las ganas de cortar el hilo el hilo que es el camino, la soga al cuello, el centímetro que mide la cintura, la estatura, el pene, el copete, que mide hasta las palabras.

¿Cuánto ganás? ¿Cuánto pesás? ¿Qué edad tenés? Cientoveintitrés,ciento veinticuatro, novecientos, ochentayuno, dos, treintayseis ¡OIGAN PUNTO PARA TODOS!! y otra vez, no sale nadie.

Quienes fuimos, quienes somos y quienes seremos nos iluminan y se apagan.

Fuimos planes y ahora sólo sabemos de sollozos de alguien que cuenta las mismas historias hasta dos, tres, catorce, doscientos setenta ¿Y qué? veces.

Estamos vivos. Para saber como suena la ropa, cómo sabe la radio, a qué huele el despecho de Juan Gabriel. Para verlo todo, mirar cómo empañan el humo del café y el aliento, los vidrios de nuestros ojos.

Nos esforzamos. Para salir invictos de la metamorfosis que implica vivir, precisa dejar que las emociones nos recorran. El miedo, el enojo, la alegría, la tristeza. Somos una humanidad en continua epilepsia.


Y el tiempo, sigue siendo un impuntual.