miércoles, 13 de julio de 2011

El laberinto del fauno

Censurar por convenencia ya no es mi estilo. Por eso decir que no lo recuerdo es ponerse a mentir. La realidad es que uno es la sombra de los días soleados que fue.

Hay pensamientos bonitos acerca de usted, que se han enmohecido de tanto estrujarlos y cada vez que les doy salida, me causan esta especie de alergia, que me pone la nariz y los ojos rojos.

La pura verdad es que fui feliz, no sé cuánto grado de ficción contendría tal estado, probablemente le inventé ilustres cualidades, pero otras estoy segura que se las palpé de cerca, se las olí, las guardé. Y me atreví a ser alegre junto a usted en los tiempos de guerra.Creí, cuando la moda es ser incrédula.

Amarse frente a la repugnancia, el dolor y la impotencia, es de valientes. Coagular ideas de muerte y venganza, mientras se pone toda la energía en cómo conservarse calientito, cuando afuera todo es hielo, es extraterrenal...conservé de usted sólo lo mejor, trivialidades quizá, pero me hacían volar alto. Le juro, antes de que cayera la bajeza gradual, sentí estar a unos grados de tocar el cielo.
Mujer que murmura, vacila y resiste. Esa fui yo antes de que llegáramos al mismo supermercado, a la misma casa y después a la misma cama. No tenía caso contenerse.
He pensado en que es más la risa que la molestia lo que usted me causa, su cobardía de niño asustado, su tendencia de configurar su ahora a partir de saberse bicho atrapado dando vueltas sobre el mismo sitio, poniendo obstáculos donde hay salidas. Su tendencia a difuminarlo todo para justificarse.
Después de todo he tenido ganancia, en medio de sus laberintos pude ser una niña transparente e imaginativa que no le temió ni le teme a lo monstruoso y que fue capaz de encontrar nuevas rutas a paisajes viejos y repetidos que, por supuesto, se encuentran lejos de usted.

lunes, 20 de junio de 2011

Freud

Domingo, 10:00 pm

entre una blusa blanca de tirantes
un pantalón de franela a cuadros
y con un teléfono en silencio
lluevo un poco

Escampo bajo un edredón
suenan unas llaves
alguien saluda a Mambo
no es una voz habitual

Algo se me mueve en el pecho
aprieto duro los ojos
mientras me repito:
los fantasmas, no existen.

sábado, 18 de junio de 2011

a un gato

nos hubiéramos llevado mejor
si hubieras aprendido de pequeño
a depositar tus desechos en una cajita
y te la hubieras llevado con vos
en vez de dejarme
hecha-recogiendo
mierda
por toda la casa.

viernes, 17 de junio de 2011

advertencia

Ay muchacho, llega usted en el momento en que no soy alegre ni coqueta, ni buena anfitriona,ni me paso de la raya.
Llega usted a esta cocina de huevo frito y arroz.

Antes aquí se cocinaban ricas pastas, berenjenas adornaban esa palangana vacía, a veces hasta horneaba pan con aceite de ajonjolí, queso, tomate y orégano. No, no pasó nada extraordinario. Nada particular que quiera relatar.

Le advierto que no soy buena conversadora, no tengo tema últimamente. La verdad tampoco soy buena escuchadora, francamente mis oídos y mi interés han cedido voluntariamente a distorsionar cualquier asomo de conversación que ronde los siguientes temas: quejas de injusticia laboral, realidad mundial. Rollazos de infancia, que no aprendí a decidir. Que el que era un divino resultó ser un pelele y ella prefirió a ese pelele, fin de semestre. Día del padre Ausente, cojo y nada más, esto es lo que tengo para ofrecer. La mierda del ice-kolbi y las que esperan llamadas al día siguiente. No la quiero, bueno realmente quieromuchoperonoquieroestarconellaaunqueellaquierayyolaquieraunpoco,%RRRXXXGGHJKLLLLloFgfdfds-......... Va usted a perdonar.

Y antes de que una amiga, que hace las veces de mamá contando las anécdotas incontables lo haga, le adelanto que a eso de las 11 pm los párpados me empiezan a pesar 8 kilos y medio cada uno y que la conversación en su momento más cúspide, la birra recién abierta, el vino a la mitad, usted rozándome el muslo mientras me habla y me ve a los ojos con cara de borrego... Nada me detiene, lo siento, me largo a dormir.

Sí, tengo un gato. Me lleva la contraria. Nos llevamos más o menos, en realidad desde que entró en su etapa adolescente vivimos en un puro pleito de gata y gato. Nos desafiamos mutuamente, nos detestamos cuando alguno llega a usurparle la cama al otro. La verdad es que apenas nos aguantamos.

Sí ahí está. Sí, es huraño. En honor a la verdad antes era amigable con los hombres que venían, bastó que llegara uno y lo hiciera su amigo para que se despichara. Fueron dos meses de esconderse detrás de las paredes y de dar saltos. Un día sin avisarle, lo dejó mamando, el pobre no comió en un mes de pura decepción y bueno, mi gato no cree más en hombres. Fin de la historia.

No, no vaya a hacerle cariños, que es bravo. Muerde y aruña, llevo 3 meses de no desparasitarlo. Ni de domesticarlo, exacto.

No, no tengo intenciones de tener algo serio con alguien. No, tampoco algo no serio. En realidad ahorita estoy en estado de reposo, es decir, soy un bostezo y van a ser las 11.

Quiere irse de una vez o prefiere que lo siga echando?

miércoles, 15 de junio de 2011

Oda a las sombrillas

Me gustan porque son mujeres. Señoras, señoritas, chicas fresita, adolescentes, abuelas, vírgenes y putonas.
Todas usan vestidos, unas llevan minifaldas, otras prefieren sus enaguas largas con vuelitos.
Hay quienes llevan transparencias, algunas hasta usan fustanes! y unas más old fashion llevan huecos o rasgaduras.

Con frecuencia les pasa que, como precio por andar metidas en lugares incómodos, salen con una parte del vestido levantada y así se ven obligadas a exhibir a quien las lleva, varilla arriba, muertas de verguenza.

Las sombrillas pueden rajar de que conocen más lugares que una azafata.

Hubo un momento en que se reunieron a discutir la posible creación del Sindicato de las Desaparecidas, pero llegaron al acuerdo de que su destino elegido sería por siempre pasar de mano en mano.

Argumentaron con vehemencia que son de quien las ocupa, por tanto, ellas nunca se apegan ni tienen dueño fijo. Saben eso sí, que siempre habrá alguien que sufrirá un poco rato por ellas, incluso habrá quién las recuerde ya pasados los años, pero entonces llegará otra que ocupará su lugar y así pasarán, año a año, salvando a muchos de este invierno que suele ser la vida a veces. br />
Fueron hechas para mojarse, son amigas de la lluvia y enemigas del viento. Lo peor que le puede pasar a una sombrilla es que éste le levante las enaguas sin permiso y la deje en ridículo.

Sufren en verano, porque aunque hay quien las obliga a pasearse bajo temperaturas extremas, no es ese el escenario adecuado para lucirse en todo su esplendor como lo que son: reinas de las aguas.

Las sombrillas sin duda tienen afición por las esquinas de los asientos de los buses, a veces se enojan y golpean a un tipo por decirle cochinadas a una chica, se vengan de la persona que está adelante de la fila del bus, tirándole chorritos en la espalda. Pueden ser cómplices de alguna chica cuando ésta en un arranque de generosidad le dice a un muchacho "Vení, te tapo de aquí a la esquina".

Son coquetas, no hay más... andan por la vida intentando atraer miradas, incluso se hacen las impresionadas con tal de no decepcionar a los paraguas que se levantan más alto cuando las ven pasar. Son especialistas en amigarse con desconocidos.

Las sombrillas hacen tertulias entre ellas en los sombrilleros, cuando alguien las roba alevosamente, ellas por sí mismas se encargan de perdérsele al ladrón, lo juro. Se saben dueñas de belleza y gracia, sin embargo, son concientes que eso a ellas también, algún día se les acaba.

Pese a todo ellas también cumplen su ciclo vital, todas en algún momento mueren. Si ya de por sí los funerales donde ellas están presentes, debajo de una lluvia tenue y mucha gente vestida de luto son un arranque de tristeza; ir a un entierro de sombrilla es la viva encarnación de la miseria.

Admitir que algo tan longevo y lleno de experiencias llega a su fin, es una cosa de melancolía que ni les cuento. Una real patada a la ilusión de eternidad.

Es por esto que si usted va dentro de un bus, admírelas al pasar, sígalas con la vista, si le gusta, elógiele respetuosamente la falda. Si se encuentra una en un banco, un asiento o en la mesa de un restaurant,sea amigable, pregúntele de dónde viene, invítela a quedarse hasta que ella quiera.

Si ud tiene una en su casa, trátele bien, déjela abierta después de llegar para que respire, acaríecela y después plísele delicadamente la enagua. Lo mejor es que la lleve con usted siempre, que con las sombrillas, al igual que con el prójimo, uno nunca sabe cuándo le va a necesitar.

martes, 7 de junio de 2011




Éramos de la mismas edad.

Nuestras casas estaban de frente, preferíamos decirnos las cosas de lejos, tratarnos de idiotas y escuchar los pájaros cantar.
Nuestra eterno pulso me llevaba a sacar lo mejor de mí, por ejemplo en las carreras para las que nunca fui buena. En ese entonces yo tenía las piernas flacas, llenas de cicatrices y polvo, pero no era como se veían sino el potencial que él les reconocía: "VIVA POWERPIERNAS!" cada vez que corría más rápido y hacía punto para todos en escondido.

Él era lo que hoy podríamos llamar un bully, no maltrataba por gusto, sino porque "entre malos se entienden". Nos admirábamos secretamente, yo sabía que él envidiaba mis patines y la mamá tan buena que tenía y a mí me gustaban sus bolinchas, su palo de mangos y el poder de amargarnos una tarde cuando no quería salir a jugar.
Nuestra relación era competir por ser el mejor y así lo hicimos hasta el final. Nuestros retos eran absurdos y a veces hasta violentos.

Cuando teníamos 9 años, le robé las tijeras de estilista a mi hermana y nos cortamos el pelo. Yo quedé con una pava y él con unos huecos a los lados, que le harían más fácil el peinado. Cuando nos vimos al espejo saltó el reto:lo ganaba quien aguantaba la paliza materna sin llorar.

Llegamos a su casa, su madre, que era alcóholica, le pegó muy fuerte, mientras corría sólo escuchaba los gritos desde el otro lado, estaba asustada, me sentía horrenda y culpable. A mí no es que me fuera menos mal, mi mamá se enojó y le dijo a mi hermana que me cortara todo el pelo del tamaño de la pava. No me pegaron, pero perdí.

Luego de llorar un poco, por Alex y por mi pelo, y tirar de mala gana todas las colas de colores y prensitas por las celosías del cuarto, me fui al cuarto y frente al espejo me dije: "está bien, ya es hora de dar la cara".

Yo no es que era una guila bonita, tenía la nariz grande, boca pequeña, cejas cortas y unas cuantas pecas regadas. Pero algo sí tenía, y era un abanico de pestañas negras y rizadas que Alex a veces me tocaba con el dedo. Esa era la máxima muestra de cercanía y afecto que yo le permitía. Lo demás eran empujones, golpes y persecuciones que terminaban en el suelo ambos, sostenidos del pelo hasta que alguno dijera "me rindo".

Él y yo éramos una fraternidad. Aún peleados, nos guardábamos una lealtad sospechosa, teníamos muchos secretos que se resumían en sueños de cuando íbamos a ser grandes y planes en común, como comprarnos un parque de diversiones.

Cierta vez se le ocurrió darme un beso en el cachete y lo cerré a patadas hasta tirarlo al piso como una semilla de mandarina. Un día nos creció el arbolito.

Trece años los dos. Alex trabajaba con el verdulero y yo había entrado al colegio. Ya casi no nos veíamos, pero nos escribíamos cartas, con insultos. A Alex le fue saliendo un sonido grave en la garganta y a mí un encanto insospechado cada vez que ese pájaro ronco me decía cosas bonitas. Tampoco eran promesas, sino cosas del orden de él como "Ahí va el baygon para esta cucaracha".

Era jueves y ya no me daban miedo los besos ni asco las lenguas, a Alex y a sus hermanas se los iban a llevar a un albergue porque a la mamá la habían llevado a la cárcel, y no había quien se hiciese cargo de ellos. Esa fue la vez del secreto más grande que guardar.

Tengo muchas imágenes del día que se los llevaron, tristes por demás. El recuerdo de Alex es para mí, la resistencia. La bondad detrás de un chico malo. El entendimiento del mundo cuando se ve colgado de piernas en el pasamanos, el intento por definir qué es la vida para nosotros, a esa edad donde el sufrimiento es apenas lo que uno recibe vicariamente por parte de los adultos.

Era 7 de junio el día que los pájaros dejaron de cantar.

domingo, 5 de junio de 2011

Vencidos

Hablar con un hombre de desamores sin parecer que una está buscando consuelo o que es una torpe amargada, es una cosa díficil.

Cuando un hombre me explica, que quizá las parejas que mejor funcionan estén condenadas al desencuentro traumático, como pago por la intensidad de su unión, pasajeramente perfecta, hago todo lo posible por no lloverle encima de pura decepción que me causa ese horripilante veredicto.

Le hablo a gritos (porque hay mucho ruido en el ambiente y porque en realidad lo que quisiera es gritarlo a los cuatro vientos), que le puedo sonar muy cursi, pero que creo en el encuentro, y que frente a esa crudeza de intensidad vs desencuentro, elijo ninguna. Que pese a que estoy harta de toparme con cabrones que no se esfuerzan por ser humanos, compasivos, solidarios, aún respiro rápido, la piel se me engallina, cuando un hombre se me presenta como "Alternativo". Aunque al final descubra que fue sólo un intento, lucho día a día por no desalentarme.

Que le puede parecer absurdo, pero que estoy empecinada con la teoría de la voluntad, algo así como que el quiere, quiere. Y tiene que haber alguien que quiera, puta, en tantos millones hay quien quiere, el mundo sigue moviéndose a fuerza de voluntades, no hay otra explicación. El hombre sólo me escucha atento, sonríe de vez en cuando, asiente. Le digo que por favor hable algo, sino mi argumento por su obsesa difusión en el mundo masculino, podría confundirse con una lavia para ligar. Se anima y todo su discurso, elocuente por demás, se resume en que buena parte del universo masculino es un zurrón de vagazos desanimados, que quieren todo o algo, pero eso sí, con el menor esfuerzo.

De pronto son las 2 de la mañana, el hombre me mira de frente y me dice "tus ojos..tus ojos" y todo parece ser una promesa. Nos echan del bar y afuera truena como una maldición. Me embriagan cientos de propuestas cuyo denominador común es: "Un desencuentro fugaz con un tipo así no vendría nada mal". Pero me abstengo.

El hombre me anuncia que mañana su mundo se terminará de hacer pedazos, y yo trato de controlar mi manía deformada de saber más, mi obsesión gestáltica de armar rompecabezas, terminar frases, socorrer al mudo, engancharme de maes calamitosos, y solo atino a decir "Siempre son iguales los domingos".

Hace frío y sé que hay un lugar cómodamente caliente que es mi casa, donde me espera un gato con imsomnio preocupado porque este es el día 2 que no llego, y la última vez que me vio, poseía un estado anímico deplorable.
Lo mejor para esos días es desaparecer, creo que nadie merece aguantarse la mierda que es uno cuando todo le parece trágico, oscuro, decepcionante, ni siquiera un gato.

Parece que los dos entendimos de lo que estábamos hablando cuando casi al unísono dijimos "bueno pues..vamos". El taxi fue al sitio exacto al que hay que acudir cuando el mundo se presenta vertiginoso, "la excusa más cobarde es culpar al destino".

Y asi lo hicimos. Dúo de cobardes concientes, diciden hundirse, uno en el otro.
Fuimos una intensidad pasajeramente perfecta. El reto ahora es, si el mundo no se acaba, jamás volvernos a encontrar.

martes, 31 de mayo de 2011

La fiesta

Hoy cumplo años
y hay un asalto en mi casa
los ojos vendados
y un montón de vocecillas
haciendo sssshhhh shhh shhh.

Cuando me destapo
ni confites
ni confetti
ni invitados

Pego mi armazón
en la pared del cuarto
como prueba
que hubo una fiesta

miércoles, 11 de mayo de 2011

jueves, 5 de mayo de 2011

Tiempo: Casa rodante

Los años pasan dejando rastros en el cieloraso de las casas.
Uno se vuelve araña subiendo por las paredes cuando sale una cana, una joroba, una panza.
Y corre cuesta arriba buscando atrapar los años para ya cautivos, hacer lo que se quiera con ellos: enmarcarlos, añorarlos o desaparecerlos.

La vida el juego de escondite donde perdemos la cuenta: diez, quinientosveintinueve, setentayseis ochocientos cuarentay dos mil ¿Cuántas vueltas llevaba? Los escondidos ya se fueron.

La vida espiral, el pasado es el monstruo y el presente el sueño del precipicio que se abre frente a nosotros, atrás el monstruo.

Quienes fuimos viven muy lejos. Quienes seremos también.

El futuro: seguí adelante, siguiendo a algo/alguien para ser nada y seguir sin nadie. Es la única respuesta.

Somos puñitos de recuerdos que nos ponen colorados, una cuerda floja y las ganas de cortar el hilo el hilo que es el camino, la soga al cuello, el centímetro que mide la cintura, la estatura, el pene, el copete, que mide hasta las palabras.

¿Cuánto ganás? ¿Cuánto pesás? ¿Qué edad tenés? Cientoveintitrés,ciento veinticuatro, novecientos, ochentayuno, dos, treintayseis ¡OIGAN PUNTO PARA TODOS!! y otra vez, no sale nadie.

Quienes fuimos, quienes somos y quienes seremos nos iluminan y se apagan.

Fuimos planes y ahora sólo sabemos de sollozos de alguien que cuenta las mismas historias hasta dos, tres, catorce, doscientos setenta ¿Y qué? veces.

Estamos vivos. Para saber como suena la ropa, cómo sabe la radio, a qué huele el despecho de Juan Gabriel. Para verlo todo, mirar cómo empañan el humo del café y el aliento, los vidrios de nuestros ojos.

Nos esforzamos. Para salir invictos de la metamorfosis que implica vivir, precisa dejar que las emociones nos recorran. El miedo, el enojo, la alegría, la tristeza. Somos una humanidad en continua epilepsia.


Y el tiempo, sigue siendo un impuntual.