miércoles, 15 de enero de 2014

Juan Gelman

Muere Juan Gelman y yo me muero por un ratito. Su valentía y coraje, hacían que aún cuando hablara de exilios, dictaduras, desaparecidos y muertos, siempre abundara el amor y como el amor es una cosa de casi todos, yo lo sentía cercanísimo. Para mí Gelman fue el compromiso de recordar siempre a mis muertos, de validar la nostalgia, de hacer públicos mis más íntimos noelismos tal como cuándo él gelmaneaba palabras como "ellaba" "apenumbrar" "desamaste" "amiguear". 

A Juan Gelman le agradezco la tarea de apalabrar mediante sus poemas la vida, que a veces, con contextos totalmente opuestos, una sentía que era su propia vida diciéndose en libros. Lo mismo me pasó con Mario Benedetti era el abuelito que siempre quise, que siempre tenía por decir cosas de abuelo que sabe.

Cuando me preguntan por mis muertos digo, sin entrar en detalles, que se me murió un mejor amigo de infancia, un tío que fue el tío de todos los niños pobres de mi barrio, una abuela Paz, quizás un gato, varios cantores y ahora, dos poetas. Y la muerte de todos no puedo decirla, ni siquiera escribiendo, entonces son muertos siempre pues soy incapaz de volverlos a la vida ni aún con palabras. 

Así es que cuando ellos me asaltan el día, únicamente salen silencios en estado acuoso por los ojos, resuenan en la nariz y  se explican a la gente con la palabra "alergia". De la muerte de Mario, la fortuna fue comprender que cuando no hay excusa, el dolor se dice callando.

"Hace falta valentía para internarse en sí mismo sin miedo a descubrirse ni temor para romper las propias inseguridades y zozobras en un mundo que no cesa de atacar el ser humano diariamente. El poeta se explora por y para todos, y en esa exploración mueren y nacen vidas". Gelman

Con Juan yo nací y  morí, tanto que me desmayé en el bus justo cuando entraba la noticia a mi celular.  ¿Qué otra cosa merecería un hombre que le llenó a una la vida de palabras necesarias? Merece apagarse por al menos 5 minutos y nostalgearlo. Guardar silencio, apagar las voces externas y concentrarse sólo en la voz de aquel señor viejito leyendo el poema Mujeres. Porque yo siempre me creí esa mujer.