jueves, 28 de marzo de 2013

Balada para una loca

Dos muchachos que llamaríamos "Hippies" creo que son Argentinos, entran al restaurant favorito de las papas, la chimenea y el gato.

Saludan, uno saca un violín y el otro un guitarra y se plantan a unos pocos metros de mi mesa. Llueve mucho afuera, el muchacho del violín comienza a tocar una melodía conocida. La gente hace que no los ve, y que no los escucha al parecer, porque siguen hablando a grito pelado. Los muchachos terminan y nadie aplaude, incluída yo que sigo peleando por dentro con todo el restaurant.

Nunca logro entender por qué si alguien se sube a un bus, o llega a un restaurante,  todos tienen que hacerse los locos, aunque vayan siguiendo la pieza por dentro. Todo esto lo pienso mientras sigo hecha un puñito tomando mi sopa.

Imagino que lo que hay detrás es no querer darles dinero, sigo... Pero si no le damos plata, ¿Por qué al menos no respetarles y ponerles atención? Mentira que un acto como estos nos puede dejar indiferentes.

Los maes se rajan un tango, me interrumpen el berrinche interno, se me pega la quinua en la garganta. Dejo de comer y me pongo atenta a escucharles con una verguenza horrible por no haberles puesto atención antes gracias a mis divagaciones. Canto por dentro y en estos momentos es cuando deseo tener una voz potente y desgarradora o una personalidad descobijada para rajarme a cantar con ellos.

¡Buen provecho y tengan ustedes muy buenas noches! Les aplaudo tímidamente aunque estoy realmente emocionada, soy la única que aplaude en todo el restaurante. Guardan sus instrumentos, mientras, yo escarbo en el hoyo negro que es mi bolso para buscar unas monedas, cuando volteo ya no están. Me quedo con las monedas en la mano.

Vuelvo a ser un puñito. Pago y vengo todo el camino debajo de la lluvia, cantando por dentro el tango y pensando....

"Quereme así, piantao, piantao, piantao...Trepate a esta ternura de locos que hay en mí, ponete esta peluca de alondras, ¡y volá! ¡Volá conmigo ya! ¡Vení, volá, vení!"

miércoles, 27 de marzo de 2013

Vocaciones

Ayer mientras caminaba por Jirón Deustua vi un salón de belleza abierto y entré, no iba con la intención de hacerme nada, aunque bien le vendría un tratamiento a este pelo que poco a poco muta en el de una alpaca.
Entré por un efecto imán, quien me conoce sabe que los salones de belleza son a mí lo que el casino es al ludópata, más que vanidad es un asunto de vocación reprimida. En fin.

Dentro había una muchacha como de unos 16 años, le dije que si podía hacerme algo en las manos, que por el frío las tengo hechas leña. Nunca antes un manicure me había dejado tan contenta. La chica empezó con un ritual, primero me vio las manos y dijo Señorita, qué bonitas manos Gracias ¿Por qué lo dice? Por los dedos largos y las venas marcadas. Tal observación me hizo gracia, y continuó el ritual.

¿Las quiere cuadradas u ovaladas?
Las quiero cortas, muy cortas pero por favor no me pase el cortauñas porque me da escalofríos. Entonces empezó a limar.

Mientras, iba poco a poco exfoliándome las manos con hierbas que olían a gloria, me preguntó de dónde venía. Le dije que de CR, entonces sólo respondió, qué largo! Seguimos en silencio las dos, y nuevamente rompe el silencio. ¿Entonces también está de paso? Le dije sí, ¿Por qué, usted de dónde es? De la selva, respondió. Ah- y trabaja acá.

Me corta los uñeros -En verdad no, hoy es mi primer día, justo llegué a Puno hace 3 días, me vine porque ya no quiero estar allá. Es duro a veces-. Otra vez silencio.

Primera capa de fortalecedor. La señora me dio una oportunidad, necesito dinero para poder pagar una habitación y también ahorrar, mi sueño es irme a Yunguyo y poder trabajar allí. ¿Y en qué quiere trabajar?

Esmalte base. Sueño con poner un salón de belleza, para las señoras Aymaras. Sonreí, ¿Y dónde aprendiste a hacer el manicure y esto?

La delgada línea blanca. En ningún lado, lo estoy aprendiendo, pero me gusta, creo que es una forma de cuidar a la gente. Emocionada le dije: ¿Verdad que sí?

El brillo. Claro! En mi pueblo yo era la encargada de trenzar a todas las señoras y señoritas, desde niña me gustaba tocarle el pelo a las mujeres y aprendí sola. Después fui mejorando mi técnica. Todas se peinan igual, dos trenzas bajitas, sin llamar mucho la atención. Entonces a veces le preguntaba en Quechua a alguna amiga " Quieres ser la sensación hoy? Y le hacía una trenza de costado. Al final se la tapaban con el sombrero. Yo seguía sonriendo. Le conté que también tengo una afición por el cabello de las mujeres, y le dije que gracias por contarme esta historia, que le deseaba mucha voluntad y mucho trabajo para que lograra su sueño.

-Está lista Señorita- tenga cuidado de no malograrlas. -No, las cuidaré, puede sacar de mi bolsa 20 soles? Los sacó diciéndome señorita aquí hay uno de 10 que vale el servicio. -Sí pero saque el de 20. Hoy, quiero ser la sensación.

Señorita...Sonrió, me soltó la cola que andaba y me empezó a trenzar el pelo de costado.

Cuando acabó, nos volvimos a ver con una mirada cómplice a través del espejo.

Gracias señorita!

jueves, 7 de marzo de 2013

Descargas

Desde que llegué mi teléfono ha estado intentando conectarse a una red que no es la suya
naturalmente, se muere todos los días, porque en sus intentos de conectar una y otra vez
gasta más batería de lo habitual
Lo resucito a diario,  pero al día siguiente es igual.

Hago 3 intentos de  clave a la tercera la pego y enciende, me pregunto: por qué la obsesión de mantenerlo vivo, si sólo me sirve para despertarme con una canción bonita?

Inmediatamente salta el recordatorio: Yo y las muertes no sé...
otra vez dejé el proceso terapéutico botado.

Los seres humanos estamos hechos de costumbres, además de esto, estamos hechos de cobardías.
Cuántas veces he intentado conectarme y entrar a ese lugar donde ya no soy
la ventana de un chat que no me espera,  y que me responderá por cortesía una, dos líneas
después vendrá el silencio y la señal de batería en rojo
esta comunicación ya casi se muere, no quiero que se muera, está muerta.

Este del que hablo sin hablar, ya no es mi país, no es mi espacio
tengo prisa por entenderlo antes de que llegue el momento que en mi afán de recargarlo
un día ya no encienda, nunca más.