viernes, 13 de marzo de 2015

Por la ventana

La única forma de decirte adiós era esta: desde un bus que no avanza, como nosotros. Mucho tiempo después de haberte dicho adiós, aquí estoy viéndote detenidamente desde este bus varado, repleto de gente como testigos de esta mentira que somos.


El bus detenido haciendo presa y tu imagen como una estampa atorada que me aprisiona el pecho. Tengo algo que decirte, algo como una confesión del tamaño del tráfico que hace esta historia suspendida a destiempo.

Te quise tanto tanto... que no hay sentimiento que lo abarque, quererte es una línea continua a la que no se le ve el final. Pero te dije adiós. Me faltó contarte un sueño.


Yo estaba en el salón haciendo la clase de ballet, cuando llegaste.

No había necesidad de mentirme sobre tu paradero del día anterior, sé bien que estuviste ahí viéndome por los espejos, mientras intentaba mantener la espalda erguida, atestiguando cuando subía la pierna a la barra simulando que no me dolía, vos estabas ahí detrás del espejo diciendo "meté esas nalgas", "levantá esa mirada" "enderezá la espalda". Hay un impulso de años, un ritmo que es vivir bailando que ya no debo seguir ignorando. Vos estabas ahí para recordármelo.


Vos estabas ahí al lado mío, cuando ese bailarín me explicaba que diera pasos chiquititos, que no creyera que un paso largo me ayudaría a desplazarme, me explicaba que la mujer nunca debería de dejarse usar en el baile, que mi pareja de baile debía de ser quién bailara conmigo, no quien me bailara. Estabas ahí cuando yo pensaba en vos y en cómo repetirte esto de memoria, en tono de amenaza, esto mismo que el profe me decía, que en realidad era un diálogo perfecto que había construido en el sueño, mientras me bañaba.


Luego aparecíamos vos y yo en la noche, llegaste a recogerme a la clase, como era usual. Nos fuimos a tu casa caminando, entramos, yo estaba acabada, caí en tu colchón en el piso y no tuve fuerzas ni para ponerme la pijama, vos lo hiciste por mí. Me piropeaste los pechos, como siempre, mientras me los tocabas como se toca una obra de arte.

Me preguntaste si quería comer, entre domida y despierta te pregunté cómo putas otras veces habías podido coger conmigo luego de una rutina de 12 horas de bailar, te cuestioné de dónde sacabas fuerza para levantarme, escucharme y hacer que tal vez podías quererme, te culpé de abusar de esteroides emocionales para resistir esta suma de pesos, los tuyos, tan tuyos... y los míos... no recuerdo más porque me quedé dormida. Todo esto pasó aquella noche, en el sueño más lúcido que he experimentado.

Intenté acordarme de vos, de lo que te caracteriza, pero fue imposible, hoy sólo alcanzo a saber que sos alguien a quien quería ver y que vi, tras este vidrio que simula la perfecta distancia que hay entre nosotros, esa distancia poderosa que evoca recuerdos pero que no llega a esclarecer qué fuimos, qué fue de aquellos cuerpos que se entremezclaban en un continum hasta volverse polvo. Que se tenían cuando querían, que se soñaban y hoy son solo una historia varada, haciendo presa.