Habíamos tomado vino hasta que no aguantamos, el vino más caro.
Y no importaba haberse gastado la plata de la comida porque la vida es hoy y el vino es viejo, y nosotros somos jóvenes, bueno yo era joven y él se sentía un chico en sus plenas décadas repetidas.
Nos emborrachamos y empezamos a bailar una ranchera como un bolero y después vino un vals y un tango y luego rodar por la cama y reirnos de la borrachera del otro y besarnos torpemente perdiendo las bocas, las bombillas estaban que reventaban de gozo y se nos perdían las manos y perdimos los condones, la cabeza y al día siguiente nos perdimos de nosotros.
Perdimos la cuenta de cuánto estuvimos,la memoria de lo que nos prometimos, la agenda llena de planes y la conciencia de cuánto nos quisimos. Nos perdimos a nosotros, comenzamos por vernos dobles. Cuando pasó la borrachera nos morimos de verguenza, y no pudimos vernos las caras nunca más, como siempre.
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