jueves, 7 de marzo de 2013

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Desde que llegué mi teléfono ha estado intentando conectarse a una red que no es la suya
naturalmente, se muere todos los días, porque en sus intentos de conectar una y otra vez
gasta más batería de lo habitual
Lo resucito a diario,  pero al día siguiente es igual.

Hago 3 intentos de  clave a la tercera la pego y enciende, me pregunto: por qué la obsesión de mantenerlo vivo, si sólo me sirve para despertarme con una canción bonita?

Inmediatamente salta el recordatorio: Yo y las muertes no sé...
otra vez dejé el proceso terapéutico botado.

Los seres humanos estamos hechos de costumbres, además de esto, estamos hechos de cobardías.
Cuántas veces he intentado conectarme y entrar a ese lugar donde ya no soy
la ventana de un chat que no me espera,  y que me responderá por cortesía una, dos líneas
después vendrá el silencio y la señal de batería en rojo
esta comunicación ya casi se muere, no quiero que se muera, está muerta.

Este del que hablo sin hablar, ya no es mi país, no es mi espacio
tengo prisa por entenderlo antes de que llegue el momento que en mi afán de recargarlo
un día ya no encienda, nunca más.

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