domingo, 18 de enero de 2015

En la cocina

Voy a ser franca.

Si un muchacho reúsa a estar con una mujer que es capaz de cocinar una crema de tubérculos con cúrcuma un domingo, y hacer que todo el vecindario huela a gloria, y que vengan los vecinos y toquen el timbre, varias veces, hasta que ella abre y los vecinos antes de decir por qué vinieron, cierran los ojos, levantan la cara un poquito y dicen suspirando "hmmm.........", ese tipo no está en nada. Si hasta los amigos ateos cuando prueban esta crema, le agradecen a Dios por los alimentos. Pobre muchacho, no está en nada.

Ciertamente, no soy un portento de mujer, pero cuando amo, amo y cuando cocino, amo también. Con esto no quiere decir que si un muchacho está conmigo siempre va a comer delicias, a veces, cuando me da el optimismo, y pienso que la receta que nunca me funciona esta vez sí que quedará estupenda, le tocará comerse unos rollos de canela que no crecieron , la misma comida al almuerzo, a la cena y al almuerzo del día 2. Otras veces, cereal.

Sobre todo en esos días en que el tramo de casa al trabajo y del trabajo de vuelta a casa ha sido mas o menos el peregrinar por la ruta del camino de Santiago de Compostela, ida y vuelta, ustedes me entienden. Lo que menos uno quiere es llegar a improvisar nada. Una galleta con crema y con mucha suerte un vaso de líquido instántaneo. Y amor, esperame que te hago un masaje. Se va a penales con cualquier maravilla de sopa.

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