lunes, 12 de enero de 2015

Morirse de alguien


Se llamaba Greta y aprendió, como la actriz,
a llorar por las esquinas y después como si nada
a decir ¡agua pasada, estoy curada! La estrategia de mentir
Pedro Guerra

Las personas se mueren de muchas cosas y siempre será doloroso para alguien, usualmente más para quien queda vivo, haciendo recuerdo.

Yo me he muerto muchas veces, el proceso de morir ha sido duro y engorroso, tanto más para mis amigos quienes pacientemente asisten a cada uno de mis funerales.

Morirse de Ernesto, de Juan, de Jairo, de Maicol, de Gabriel, de Paolo, de Antonio, sólo por decir algo, es el apocalipsis. Porque cuando se muere de esto se siente como el primero y último mortal, se siente como si fuera el único que muere de alguien.

Cuando se muere de alguien usted se encuentra implorando un aguacero que lo inunde, porque nada alivia más que saber que en el universo algo es tan vasto como esa sensación que lo va llenando de nada y lo aleja de usted.

Por ejemplo, cada vez que me morí de alguien repetía"de este ya no vuelvo", y no era cierto, a los años, a los meses o más recientemente a los días, usted me encontraba escribiendo que la muerte no es un túnel oscuro como aseguran quienes volvieron de ella, dudo que alguien que cuenta su muerte, haya muerto realmente, sencillamente porque la muerte no es descriptible y si lo fuera,  es un viaje en solitario, sin testigos y sin memoria.

De la muerte no se llega, uno puede traspasar la muerte y encaminarse a otra, sólo eso. La muerte es un viaje y "de los viajes, no hay retorno, aunque se vuelva" sentenciaba mi abuela, y ahora entiendo por qué.

La muerte de alguien consiste en desnutrirse poco a poco de la sustancia de ese alguien. Luego de la sentencia, usted se deshace de un buen porcentaje de vida restando apetito, pasando helado toda la noche o llorando, hasta desvanecerse.

La última vez que me morí eran las 2 a.m., la noticia me la habían dado a las 6:47 de la noche anterior. Yacía mi cuerpo solo en un bar, sintiéndome borracha sin haber tomado, entonces vino un inoportuno y me preguntó 
-¿Qué le pasa?
- Me estoy muriendo- le dije
-¿Cuándo se lo dijeron?
-Ayer. 
¿Y cuánto le queda?
- A partir de usted, una muerte menos.

La muerte puede tomar diferentes virajes, por ejemplo, al momento de la muerte de L. la muerte era un cine solo. El alma asistía todas las tardes a todas las tandas de las cuatro en punto, hasta que la echaban modestamente: "señorita, disculpe, ya vamos a cerrar" y el alma, a como podía salía flotando de ese cine lleno de butacas vacías, con un letrero gigante que decía "OCUPADO".

De M. la muerte fue la subida de un volcán vomitando ceniza y ardiendo en los ojos, ese Volcán lo caminé a pie ida y vuelta con P. quien me acompañó hasta mi casa donde me aguardaba el purgatorio cliché: un cuarto solo, hediondo a lágrima.

Y así he andado, de muerte en muerte....arrastrando mis huesos, dejando viditas desperdigadas por las calles donde viven los hombres que he amado.

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