lunes, 11 de mayo de 2015

Volcánica

Sigo barriendo cenizas, una y otra vez, hasta que este volcán se calme.

Las razones reales las tenemos claras, el Volcán Turrialba ya no aguanta.

Una vez Palma me acompañó porque estaba acabada, sólo un día antes había hecho erupción gracias a un amor contenido por años que se mostró activo y de un pronto a otro se extinguió, típico de amor volcánico. Pero el caso es que Palma me llamó porque iba a buscar una locación para un cortometraje que quería realizar.

No le dije nada a Palma, porque yo sabía que él sabía cuando ayer me llamó por teléfono y yo entre sollozos no alcancé a decir ni aló. Palma no preguntó, cierto que las mujeres somos las de la intuición, pero si en algo son expertos los hombres, es en respetar un silencio, no por respetar precisamente, pasa que no saben cómo hablar. Se quedó callado y sólo me dijo con las pausas correspondientes de quien responde  las preguntas que no han sido hechas: Vamos al volcán...mañana...a las 7... paso por vos. Chau.

El protagonista de mi cuento como era de esperar, se había ido como si nada, dejando a su paso delicados destrozos de la que fui. A mí, hecha cenizas, no me vendría mal probar que había algo más fuerte que esta sensación de fin de mundo, además, el ofrecimiento de Palma no sonaba a paseo, todo lo contrario, sonaba a trabajo, a ocuparse de algo más que las ñoñerías de un desamor. Ya él me había bocetado algo de su próximo proyecto en el Turrialba. Así las cosas, nada mejor que matarse subiendo un volcán.

Eran las 7 a.m, Palma tocó la bocina, yo ya estaba lista, si se puede llamar así a un cadáver con vestido desamarrado, cordones sueltos y la respectiva cara de funeral. Subí al carro como quien se mete al féretro y subí el volcán como quien peregrina su muerte. Adentro del carro estaba Palma y una muchacha muy bonita, que no determiné más que por su cabellera larga y doradísima y su atento: HOLAAA ME LLAMO FULANA DE TAL, NO NOS CONOCÍAMOS VERDAD O SÍ? MUCHO GUSTO.
Yo no contesté.

Palma muy respetuoso si acaso hablaba, en cambio la muchacha no se calló en todo el camino, recuerdo que en un momento de todos en que no reaccioné a un par de sus preguntas el pobre Palma sólo atinó a decir "Macha, mejor no le hable, no escucha, anda moribunda". Creo que la muchacha entendió a medias porque siguió hablando como chachalaca, mientras yo sólo veía por la ventana. De toda la disertación sólo recuerdo que le dijo a Palma que era un hijueputa porque le había dicho que venían a un paseo no a una terapia de resucitación. Lógico que tenía razón, Palma es un hijueputa si no le advirtió que pasarían por un muerto para llevar.

Subimos con quien llevaba prisa, Palma apenas tomó algunas fotos del paisaje, pocas para el material que debería de recolectar. En medio de mi coma, sí pude notar que Palma se esforzaba por ser un excelente compañero de luto porque cada vez que veía algún sitio donde yo podía aportarle imaginación para montaje de escena, me volvía a ver, hacía intentos de titubear, pero se quedaba callado. Llegamos arriba, todo quemado y pura destrucción. La naturaleza sabe decir verdades que nadie más.

Experta en mostrar nuestra insignificancia, la naturaleza me estaba convenciendo de que yo era una pura mierda si pensaba que un abandono podía dejarme en ruinas. Ruinas deja un volcán que obliga a quien no quiere irse a abandonar lo que fue su hogar, hoy reducido a casita destruida, ganado inhóspito, árboles completamente quemados, pura y dura desolación. Soy una pura mierda... aunque bueno, ¿No son los efectos del desamor similares a la explosión de un volcán?

Llegamos a las faldas. El volcán expedía un somnífereo aroma a azufre, la muchacha acompañante de Palma había llevado de refrigerio un tupper con zanahoria rayada y vinagre de manzana, y una manta roja para sentarse, yo  en cambio sólo había llevado el insólito poco apetito que cargaba, apenas reparé en aquello  pero ¿Quién lleva ensalada de zanahoria y vinagre para reponerse de un volcán? Ella que es modelo, que su rutina de trote supera los 10 km y al día hace 250 abdominales.

Me quedé dormida, pasaron 5 minutos, ellos dicen que fueron más de 40, cuando me desperté, ambos, la muchacha y Palma me tiraban gritos en la oreja pidiendo que me levantara. Fue una escena de Alicia en el País de las maravillas,  la muchacha angustiada y Palma con cara de mae te pasaste de la raya, me dieron la mano para levantarme y me dijeron vámonos ya! 

Comenzamos a descender, yo me adelanté porque como era de esperar, la muchacha se puso a modelar en los árboles secos para que Palma le tomara fotos.  Cuando me alcanzaron yo estaba sentada con los pies colgando en la orilla de un precipicio, como quien mide la distancia de su próximo abismo. Me sacó de la nada un obturador, luego Palma gritando desde el otro lado: Mae si supieras lo guapa que te ves triste, contratarías a un hijueputa como pateaculos personal! 

Ese fue quizás el comentario más afortunado en los años que tengo de conocer a Palma, estaba para lanzarle un "muérase" en la cara y tirarse una de esas risas que son vitales para salirse del abismo.



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