domingo, 5 de junio de 2011

Vencidos

Hablar con un hombre de desamores sin parecer que una está buscando consuelo o que es una torpe amargada, es una cosa díficil.

Cuando un hombre me explica, que quizá las parejas que mejor funcionan estén condenadas al desencuentro traumático, como pago por la intensidad de su unión, pasajeramente perfecta, hago todo lo posible por no lloverle encima de pura decepción que me causa ese horripilante veredicto.

Le hablo a gritos (porque hay mucho ruido en el ambiente y porque en realidad lo que quisiera es gritarlo a los cuatro vientos), que le puedo sonar muy cursi, pero que creo en el encuentro, y que frente a esa crudeza de intensidad vs desencuentro, elijo ninguna. Que pese a que estoy harta de toparme con cabrones que no se esfuerzan por ser humanos, compasivos, solidarios, aún respiro rápido, la piel se me engallina, cuando un hombre se me presenta como "Alternativo". Aunque al final descubra que fue sólo un intento, lucho día a día por no desalentarme.

Que le puede parecer absurdo, pero que estoy empecinada con la teoría de la voluntad, algo así como que el quiere, quiere. Y tiene que haber alguien que quiera, puta, en tantos millones hay quien quiere, el mundo sigue moviéndose a fuerza de voluntades, no hay otra explicación. El hombre sólo me escucha atento, sonríe de vez en cuando, asiente. Le digo que por favor hable algo, sino mi argumento por su obsesa difusión en el mundo masculino, podría confundirse con una lavia para ligar. Se anima y todo su discurso, elocuente por demás, se resume en que buena parte del universo masculino es un zurrón de vagazos desanimados, que quieren todo o algo, pero eso sí, con el menor esfuerzo.

De pronto son las 2 de la mañana, el hombre me mira de frente y me dice "tus ojos..tus ojos" y todo parece ser una promesa. Nos echan del bar y afuera truena como una maldición. Me embriagan cientos de propuestas cuyo denominador común es: "Un desencuentro fugaz con un tipo así no vendría nada mal". Pero me abstengo.

El hombre me anuncia que mañana su mundo se terminará de hacer pedazos, y yo trato de controlar mi manía deformada de saber más, mi obsesión gestáltica de armar rompecabezas, terminar frases, socorrer al mudo, engancharme de maes calamitosos, y solo atino a decir "Siempre son iguales los domingos".

Hace frío y sé que hay un lugar cómodamente caliente que es mi casa, donde me espera un gato con imsomnio preocupado porque este es el día 2 que no llego, y la última vez que me vio, poseía un estado anímico deplorable.
Lo mejor para esos días es desaparecer, creo que nadie merece aguantarse la mierda que es uno cuando todo le parece trágico, oscuro, decepcionante, ni siquiera un gato.

Parece que los dos entendimos de lo que estábamos hablando cuando casi al unísono dijimos "bueno pues..vamos". El taxi fue al sitio exacto al que hay que acudir cuando el mundo se presenta vertiginoso, "la excusa más cobarde es culpar al destino".

Y asi lo hicimos. Dúo de cobardes concientes, diciden hundirse, uno en el otro.
Fuimos una intensidad pasajeramente perfecta. El reto ahora es, si el mundo no se acaba, jamás volvernos a encontrar.

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