miércoles, 15 de junio de 2011

Oda a las sombrillas

Me gustan porque son mujeres. Señoras, señoritas, chicas fresita, adolescentes, abuelas, vírgenes y putonas.
Todas usan vestidos, unas llevan minifaldas, otras prefieren sus enaguas largas con vuelitos.
Hay quienes llevan transparencias, algunas hasta usan fustanes! y unas más old fashion llevan huecos o rasgaduras.

Con frecuencia les pasa que, como precio por andar metidas en lugares incómodos, salen con una parte del vestido levantada y así se ven obligadas a exhibir a quien las lleva, varilla arriba, muertas de verguenza.

Las sombrillas pueden rajar de que conocen más lugares que una azafata.

Hubo un momento en que se reunieron a discutir la posible creación del Sindicato de las Desaparecidas, pero llegaron al acuerdo de que su destino elegido sería por siempre pasar de mano en mano.

Argumentaron con vehemencia que son de quien las ocupa, por tanto, ellas nunca se apegan ni tienen dueño fijo. Saben eso sí, que siempre habrá alguien que sufrirá un poco rato por ellas, incluso habrá quién las recuerde ya pasados los años, pero entonces llegará otra que ocupará su lugar y así pasarán, año a año, salvando a muchos de este invierno que suele ser la vida a veces. br />
Fueron hechas para mojarse, son amigas de la lluvia y enemigas del viento. Lo peor que le puede pasar a una sombrilla es que éste le levante las enaguas sin permiso y la deje en ridículo.

Sufren en verano, porque aunque hay quien las obliga a pasearse bajo temperaturas extremas, no es ese el escenario adecuado para lucirse en todo su esplendor como lo que son: reinas de las aguas.

Las sombrillas sin duda tienen afición por las esquinas de los asientos de los buses, a veces se enojan y golpean a un tipo por decirle cochinadas a una chica, se vengan de la persona que está adelante de la fila del bus, tirándole chorritos en la espalda. Pueden ser cómplices de alguna chica cuando ésta en un arranque de generosidad le dice a un muchacho "Vení, te tapo de aquí a la esquina".

Son coquetas, no hay más... andan por la vida intentando atraer miradas, incluso se hacen las impresionadas con tal de no decepcionar a los paraguas que se levantan más alto cuando las ven pasar. Son especialistas en amigarse con desconocidos.

Las sombrillas hacen tertulias entre ellas en los sombrilleros, cuando alguien las roba alevosamente, ellas por sí mismas se encargan de perdérsele al ladrón, lo juro. Se saben dueñas de belleza y gracia, sin embargo, son concientes que eso a ellas también, algún día se les acaba.

Pese a todo ellas también cumplen su ciclo vital, todas en algún momento mueren. Si ya de por sí los funerales donde ellas están presentes, debajo de una lluvia tenue y mucha gente vestida de luto son un arranque de tristeza; ir a un entierro de sombrilla es la viva encarnación de la miseria.

Admitir que algo tan longevo y lleno de experiencias llega a su fin, es una cosa de melancolía que ni les cuento. Una real patada a la ilusión de eternidad.

Es por esto que si usted va dentro de un bus, admírelas al pasar, sígalas con la vista, si le gusta, elógiele respetuosamente la falda. Si se encuentra una en un banco, un asiento o en la mesa de un restaurant,sea amigable, pregúntele de dónde viene, invítela a quedarse hasta que ella quiera.

Si ud tiene una en su casa, trátele bien, déjela abierta después de llegar para que respire, acaríecela y después plísele delicadamente la enagua. Lo mejor es que la lleve con usted siempre, que con las sombrillas, al igual que con el prójimo, uno nunca sabe cuándo le va a necesitar.

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