jueves, 18 de abril de 2013

Las cosas guardadas 2

Hay días en que las cosas guardadas me toman, amanezco con ellas encima y no me las puedo quitar.
Durante todo el día ando oliendo a cosa guardada. Me veo como lo que fui, con ese vestido que ya no me queda, ese pantalón que no me cierra, los zapatos que me chiman hasta hacerme llorar. Son días en que las pecas son más grandes que la cara. Los geles para el pelo aprietan en un moño a los rizos desobedientes de hoy, los tops estripan las tetas hasta convertirlas en 32 b, 2 conjuntos idénticos de ácido wash, (favoritos del trauma de la que no tuvo gemelas) amenazan con convertirme en mi hermana. La camisa de botones de culto de domingo, se me pega como una camisa de fuerza. También me trepa un árbol de limones, el del patio de mi abuela.

Dentro, las cosas guardadas se apoderan de mí. Soy una angustia, un estornudo, unos ojos llorosos. Un montón de gentes que curvean la espalda, se meten los puños enfurecidos en los bolsillos, encogen los hombros. Soy dos ojos que no ven a los ojos, un ceño fruncido por la tristeza , un pedazo de emociones demasiado grandes para alguien de 10 años en la que me convierto.

Salgo a la calle y la gente me mira como quien ve al pasado, quisiera explicarles que crecí, que no soy esta, que lo que ven es todo lo guardado que tengo. Soy un panal de palabras haciendo ruiditos molestos, diciendo otras cosas distintas de las que pienso, un mutismo selectivo que sabe cómo se dice todo, pero no sabe cómo decirlo y ese es su tormento.

Las cosas guardadas me conducen a lugares donde estuve antes, a tránsitos que juré no volver a pisar, a direcciones viejas, siempre lejos de la psiconalista. A partos estrechos donde no está mamá.

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